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El PSM opina. 27/11/2001

Carta a Francisco Umbral

L'escriptor Francisco Umbral, a la seva columna diaria "Los placeres y los días" del diari El Mundo, dia 22 de novembre va escriure un article titulat El doblaje sobre l'afer Harry Potter. La nostra companya Nanda Ramon li ha contestat amb una carta personal. Us transcrivim les dues misives, que no tenen pèrdua...


EL DOBLAJE

El señor Pujol, que está en los amenes de su reinado, ha decidido prohibir una película infantil porque no ha sido doblada al catalán. Uno cree que un gran idioma no se hace doblando películas sino leyendo y escribiendo libros monumentales, como los diarios de José Pla que ahora se reeditan. Aparte de que donde los niños ven hoy más cine es en la televisión.

El señor Pujol no ha caído en la cuenta de que una película no es sólo la imagen sino también la palabra. Estamos ya acostumbrados desde niños a que Gary Cooper o Spencer Tracy hablen en español, y este convencionalismo (muy bien realizado, por cierto) se integra en la totalidad de la película. Quiere decirse que estamos familiarizados con un recurso técnico y artístico, como estamos familiarizados con la traducción de algunos escritores exóticos. La traducción es un recurso cultural tan válido y autorizado como otros y que llega a tomar carácter de naturalidad. Rostros y personalidades famosas no pueden salir ahora hablando catalán sin sorpresa y desconcierto del público. Tratando de hacer la película más propia, más infantil, lo que se va a conseguir es distanciarla inútilmente. Si desde que nació el cine lo hubiéramos doblado al catalán, hoy sería ése el lenguaje de Marlon Brando y Meryl Streep para toda la península. Pero existe una inercia de casi un siglo que nos haría intolerable otro doblaje a los españoles, y me temo que también a los niños, que están tan habituados como nosotros a ver y oír a las estrella de Hollywood hablando español.

Por otra parte, si el problema es educativo, habría que empezar con los niños de las escuelas y la televisión, porque a un adulto, catalán o no, que lleva cuarenta años oyendo al citado Spencer Tracy en español, le podría pegar un susto, seguido de desasosiego, el salto al catalán, aunque éste sea el idioma que se habla en su casa. Hay que tener en cuenta, señor Pujol, que toda lengua tiene un fondo de costumbre, un caudal de repetición, una clave de musicalidad donde importa tanto el sonido como el sentido. No basta, pues, con que a los actores se les entienda igual en catalán, que es lo propio, sino que aquellos espectadores habrán perdido el sonido, la cadencia de la palabra en el tiempo, que es lo que les permite asimilar el convencionalismo del doblaje. Pero ese repliegue hacia el catalán, aunque parezca que acerca más el sentido a los espectadores, les aleja el sonido, por falta de costumbre, con lo que preferirán ver la película en versión original, si pueden.

A uno le es indiferente el problema, naturalmente, pero me permito opinar que en este caso se ha olvidado el manadero profundo de las lenguas y lo que las hace vivas. La costumbre del español en el cine es tan honda que sólo puede sustituirse por su versión original en inglés, y aun así la fruición se pierde, a cambio de gustar las calidades originales en la voz de los grandes actores. Hay muchos recursos para catalanizar Cataluña, pero éste del cine no es el más adecuado, señor Pujol. Puede usted empezar con los niños de hoy, pero no jugar con la costumbre cinematográfica de los adultos, que forma parte interior de su experiencia estética. Una película es del que la ve y las que nosotros vimos eran así.


RESPOSTA DE NANDA RAMON

Apreciado señor Umbral:

En primer lugar, espero que sabrá disculparme el imperdonable atrevimiento de dirigirme a usted sin que hayamos sido presentados.

Le escribo a propósito de su artículo aparecido en la contraportada de El Mundo del día 22 de Noviembre, sobre el estreno de Harry Potter. Ya ve usted por dónde van los tiros y, aun así, me permito pedirle que continúe leyendo mi carta, por respeto a una lectora fiel y porque, si fuera una carta bomba, ya lo habría notado.

También le escribo por la doble condición que tiene, a mi entender, de personaje admirado y confundido. Admirado, siempre; confundido, en el caso que nos ocupa.

En primer lugar, el señor Pujol, pobrecito mío, no ha prohibido nada. Aquí, de hecho, no prohibimos nada de nada. Es más, nos conformamos con que se olviden de nosotros y no nos aporreen demasiado con faralaes, centenarios, osos pomposos y fornidos madroños.

El señor Pujol sólo se ha atrevido, en un acto de legítima normalidad, a pedir a los todopoderosos señorones de la Warner que permitan -sin coste adicional alguno- el doblaje de una película al catalán, a lo que la productora norteamericana se ha negado por completo. La que prohibe, por lo tanto, es la Warner y no el señor Pujol. ¿Lo entiende ahora?

Si todavía se le plantea alguna duda, piense que se trata de una reivindicación tan comprensible y legítima como la de los que piden a la multinacional de turno que añada eñes a sus ñoños teclados, muy a pesar de la lógica que marca el principio de la economía comercial.

Le veo a usted muy puesto y muy acertado en los rudimentos de la sociolingüística. Efectivamente, las prioridades de la planificación lingüística son la televisión y los sectores más jóvenes de la sociedad. Intuyo que es por ello que en los territorios donde hablamos en catalán hemos impulsado decididamente la normalización de la lengua en las escuelas e institutos pero también en el ocio, la música, la radio, el teatro, el cómic, las nuevas tecnologías... También debe nacer de ahí el interés por conseguir una televisión moderna y competitiva en catalán, que conecta perfectamente con los niños y jóvenes y que consigue las cotas de audiencia más altas y constantes.

En lo que no le veo tan bien informado es en el supuesto repelús que podemos sentir al ver cine en una lengua que no sea el castellano. Comprenderá que después de 20 benditos años viendo las películas, los telediarios, los partidos de fútbol, los anuncios publicitarios y el sorteo de Navidad en catalán, nuestra propia lengua no nos dé ni pizca de grima.

Ya comprendo que es difícil de entender, pero hablar la lengua de uno en el país de uno debería ser una cuestión de normalidad extrema, casi baladí, diría yo.

Veamos, una servidora tiene una lengua porque la tiene y en ello no ve ni heroísmo ni renuncia, sino un acto de completa normalidad, exactamente como usted respecto al castellano, supongo. Usted no tuvo elección en su momento ni claudicó más adelante. Simplemente, habla en castellano. Y nosotros en catalán. Y aunque le cueste hacerse a la idea, no hay en ello capricho ni chulería y, aunque no me crea, no lo hacemos por joder.

Ver las películas en catalán nos parece normal. Por eso quisiéramos continuar haciéndolo, si no tiene inconveniente ni manda nada más.

Aprovecho la ocasión para felicitarle por su merecido premio. Me alegré mucho por usted y por Cervantes. Creo se honran mutuamente. Lástima que Su Majestad le desluciera un poco el acto porque, a pesar de lo que le dijo usted por teléfono, "no siempre está en todo".

Reciba un afectuoso saludo y, si me apura, hasta un abrazo.

Cordialmente,

Nanda RAMON TOUS
Palma, 27 de Noviembre de 2001.





      

 

 




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