Monolingües todos
Días antes del desplome de la
escalera, en "Operación Triunfo" riñeron a la
concursante Beth Rodergas por hablar en catalán en una
conversación telefónica con su madre. De las explicaciones
dadas destaca la que arguye que el programa se ve en Albacete. Lo
cual es un insulto para Albacete, porque presupone que los
albaceteños son incapaces de comprender que, en otros lugares,
otras gentes hablan otros idiomas. Si yo fuese de Albacete,
presentaría hoy mismo una queja formal contra "Operación
Triunfo", por menospreciarme.
Creo que fue a finales de los sesenta cuando, en el programa
"Un millón para el mejor", tras superar una a una las
pruebas, un concursante catalán llegó a la última. Y entonces
sucedió que la prueba consistía en mirar a cámara y dirigirse
a sus padres, que estaban viendo el programa desde casa. Al
concursante en cuestión se le planteaba un dilema, porque los
tiempos tampoco eran buenos para la pluralidad lingüística y
podía suceder que, por hablar en lo que no debía, a punto de
ganar se lo cargasen. Pero el hombre miró a cámara y se dirigió
a sus progenitores, de forma que toda España le escuchó
hablando catalán y nadie contrajo la erisipela, ni el botulismo,
ni hubo suicidios colectivos en Despeñaperros. Al acabar, el
presentador Joaquín Prat tradujo al castellano lo que el
concursante había dicho y santas pascuas. Eran tiempos en los
que, con aires de cambio en el horizonte, todos se las daban de
demócratas.
Ahora ya no necesitan disimular. Y es una lástima, porque este
tipo de programas que supuestamente reflejan la realidad sería
una vía para mostrar la realidad lingüística, en vez de
manipularla. Sergi Pàmies escribió hace años dos artículos
pidiendo que todas las televisiones autonómicas pudiesen verse
desde cualquier punto del Reino; no por satélite, sino con la
misma facilidad con la que vemos TVE o Tele 5. Pàmies opinaba
que sería una forma de disipar recelos y evidenciar a la España
del ombligo que si en Cataluña aún hay gente que habla catalán
no es para chincharles sino porque esa es su manera habitual de
expresarse.
Pues nada de eso. En vez de ser un instrumento de pedagogía lingüística,
estos últimos años las televisiones han convertido las lenguas
en un problema. En una edición anterior de "Gran Hermano",
un día llamaron al confesionario al vasco Koldo, y le pasaron
una grabación. Era la voz de una mujer. Koldo la escuchó con
cara de desconcierto. Al acabar, Mercedes Milá le preguntó qué
tal. Koldo le dijo que de quién era la voz. Milá se sorprendió:
"¿No la has conocido? ¡Era tu madre!". Koldo se quedó
frío. No la había reconocido porque su madre y él hablan en
vasco, y en "Gran Hermano" alteraron esa normalidad
para no molestar no se sabe bien a quién. Koldo se echó a
llorar y se escondió en el váter. Y, en una pregunta en "¿Quiere
ser millonario?", una concursante decidió usar el comodín
de la llamada. Creo que telefoneó a su casa. En cuanto oyó que
hablaba en catalán, el público del plató se puso a abuchearla.
Para evitar en el futuro sorpresas de ese estilo, la solución es
que, en todos los concursos televisivos españoles, sea condición
sine qua non ser castellanohablante monolingüe. No es necesario
ni que se diga. Basta con tener más mano izquierda en los
castings, que para eso están. De esa forma, con la alegría que
las caracteriza, las televisiones españolas podrán seguir
compaginando la boga de la multiculturalidad con la xenofobia que
practican.
|