Carta a Francisco Umbral
L'escriptor Francisco Umbral, a la seva columna diaria
"Los placeres y los días" del diari El Mundo, dia 22
de novembre va escriure un article titulat El
doblaje sobre l'afer Harry Potter. La
nostra companya Nanda Ramon li ha contestat amb una carta
personal. Us transcrivim les dues misives, que no tenen pèrdua...
EL DOBLAJE
El señor Pujol, que está en los amenes de su reinado,
ha decidido prohibir una película infantil porque no ha sido
doblada al catalán. Uno cree que un gran idioma no se hace
doblando películas sino leyendo y escribiendo libros
monumentales, como los diarios de José Pla que ahora se reeditan.
Aparte de que donde los niños ven hoy más cine es en la
televisión.
El señor Pujol no ha caído en la cuenta de que una película no
es sólo la imagen sino también la palabra. Estamos ya
acostumbrados desde niños a que Gary Cooper o Spencer Tracy
hablen en español, y este convencionalismo (muy bien realizado,
por cierto) se integra en la totalidad de la película. Quiere
decirse que estamos familiarizados con un recurso técnico y artístico,
como estamos familiarizados con la traducción de algunos
escritores exóticos. La traducción es un recurso cultural tan válido
y autorizado como otros y que llega a tomar carácter de
naturalidad. Rostros y personalidades famosas no pueden salir
ahora hablando catalán sin sorpresa y desconcierto del público.
Tratando de hacer la película más propia, más infantil, lo que
se va a conseguir es distanciarla inútilmente. Si desde que nació
el cine lo hubiéramos doblado al catalán, hoy sería ése el
lenguaje de Marlon Brando y Meryl Streep para toda la península.
Pero existe una inercia de casi un siglo que nos haría
intolerable otro doblaje a los españoles, y me temo que también
a los niños, que están tan habituados como nosotros a ver y oír
a las estrella de Hollywood hablando español.
Por otra parte, si el problema es educativo, habría que empezar
con los niños de las escuelas y la televisión, porque a un
adulto, catalán o no, que lleva cuarenta años oyendo al citado
Spencer Tracy en español, le podría pegar un susto, seguido de
desasosiego, el salto al catalán, aunque éste sea el idioma que
se habla en su casa. Hay que tener en cuenta, señor Pujol, que
toda lengua tiene un fondo de costumbre, un caudal de repetición,
una clave de musicalidad donde importa tanto el sonido como el
sentido. No basta, pues, con que a los actores se les entienda
igual en catalán, que es lo propio, sino que aquellos
espectadores habrán perdido el sonido, la cadencia de la palabra
en el tiempo, que es lo que les permite asimilar el
convencionalismo del doblaje. Pero ese repliegue hacia el catalán,
aunque parezca que acerca más el sentido a los espectadores, les
aleja el sonido, por falta de costumbre, con lo que preferirán
ver la película en versión original, si pueden.
A uno le es indiferente el problema, naturalmente, pero me
permito opinar que en este caso se ha olvidado el manadero
profundo de las lenguas y lo que las hace vivas. La costumbre del
español en el cine es tan honda que sólo puede sustituirse por
su versión original en inglés, y aun así la fruición se
pierde, a cambio de gustar las calidades originales en la voz de
los grandes actores. Hay muchos recursos para catalanizar Cataluña,
pero éste del cine no es el más adecuado, señor Pujol. Puede
usted empezar con los niños de hoy, pero no jugar con la
costumbre cinematográfica de los adultos, que forma parte
interior de su experiencia estética. Una película es del que la
ve y las que nosotros vimos eran así.
RESPOSTA DE NANDA RAMON
Apreciado señor Umbral:
En primer lugar, espero que sabrá disculparme el imperdonable
atrevimiento de dirigirme a usted sin que hayamos sido
presentados.
Le escribo a propósito de su artículo aparecido en la
contraportada de El Mundo del día 22 de Noviembre, sobre el
estreno de Harry Potter. Ya ve usted por dónde van los tiros y,
aun así, me permito pedirle que continúe leyendo mi carta, por
respeto a una lectora fiel y porque, si fuera una carta bomba, ya
lo habría notado.
También le escribo por la doble condición que tiene, a mi
entender, de personaje admirado y confundido. Admirado, siempre;
confundido, en el caso que nos ocupa.
En primer lugar, el señor Pujol, pobrecito mío, no ha prohibido
nada. Aquí, de hecho, no prohibimos nada de nada. Es más, nos
conformamos con que se olviden de nosotros y no nos aporreen
demasiado con faralaes, centenarios, osos pomposos y fornidos
madroños.
El señor Pujol sólo se ha atrevido, en un acto de legítima
normalidad, a pedir a los todopoderosos señorones de la Warner
que permitan -sin coste adicional alguno- el doblaje de una película
al catalán, a lo que la productora norteamericana se ha negado
por completo. La que prohibe, por lo tanto, es la Warner y no el
señor Pujol. ¿Lo entiende ahora?
Si todavía se le plantea alguna duda, piense que se trata de una
reivindicación tan comprensible y legítima como la de los que
piden a la multinacional de turno que añada eñes a sus ñoños
teclados, muy a pesar de la lógica que marca el principio de la
economía comercial.
Le veo a usted muy puesto y muy acertado en los rudimentos de la
sociolingüística. Efectivamente, las prioridades de la
planificación lingüística son la televisión y los sectores más
jóvenes de la sociedad. Intuyo que es por ello que en los
territorios donde hablamos en catalán hemos impulsado
decididamente la normalización de la lengua en las escuelas e
institutos pero también en el ocio, la música, la radio, el
teatro, el cómic, las nuevas tecnologías... También debe nacer
de ahí el interés por conseguir una televisión moderna y
competitiva en catalán, que conecta perfectamente con los niños
y jóvenes y que consigue las cotas de audiencia más altas y
constantes.
En lo que no le veo tan bien informado es en el supuesto repelús
que podemos sentir al ver cine en una lengua que no sea el
castellano. Comprenderá que después de 20 benditos años viendo
las películas, los telediarios, los partidos de fútbol, los
anuncios publicitarios y el sorteo de Navidad en catalán,
nuestra propia lengua no nos dé ni pizca de grima.
Ya comprendo que es difícil de entender, pero hablar la lengua
de uno en el país de uno debería ser una cuestión de
normalidad extrema, casi baladí, diría yo.
Veamos, una servidora tiene una lengua porque la tiene y en ello
no ve ni heroísmo ni renuncia, sino un acto de completa
normalidad, exactamente como usted respecto al castellano,
supongo. Usted no tuvo elección en su momento ni claudicó más
adelante. Simplemente, habla en castellano. Y nosotros en catalán.
Y aunque le cueste hacerse a la idea, no hay en ello capricho ni
chulería y, aunque no me crea, no lo hacemos por joder.
Ver las películas en catalán nos parece normal. Por eso quisiéramos
continuar haciéndolo, si no tiene inconveniente ni manda nada más.
Aprovecho la ocasión para felicitarle por su merecido premio. Me
alegré mucho por usted y por Cervantes. Creo se honran
mutuamente. Lástima que Su Majestad le desluciera un poco el
acto porque, a pesar de lo que le dijo usted por teléfono,
"no siempre está en todo".
Reciba un afectuoso saludo y, si me apura, hasta un abrazo.
Cordialmente,
Nanda RAMON TOUS
Palma, 27 de Noviembre de 2001.
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